Esta es la imagen que durante un tiempo se me quedara en la memoria, son los últimos días de vacaciones pasándolo junto a una familia que me acoge como a un hijo. Justo en el rincón opuesto del mapa de España pero con la misma tranquilidad que me ofrece mi tierra.
Es una extraña sensación que mezcla añoranza y a la vez, por que no, querer invertir tiempo en este fértil lugar y digo fértil, pues trabajo, al menos en mi profesión, lo hay y mucho. Nunca se sabe donde podrá estar tu futuro y todo depende de uno mismo, lo que si es cierto es que según creces te cuesta más, tomar este tipo de decisiones y es que en esta tierra el montar una nueva vida cuesta mucho más, que en mi querido sur.
Lo que me queda claro es que la calidad de vida es algo que está en la persona y no en el lugar y si no preguntémosle al pastor de la foto, seguro que no se iría a mi pueblo ni aunque le regalaran las ovejas.
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