Hasta
hace muy poco Vivian Maier era
una completa desconocida. A pesar de que durante algo más de tres décadas Maier
se dedicó a retratar exhaustivamente todo lo que la rodeaba, nadie había visto
nunca su trabajo. Y eso que la calidad de sus imágenes es comparada con las del
mítico fotógrafo Harry Callahan.
La grandeza de Vivian Maier fue
su enorme capacidad para captar lo cotidiano dotándolo de un aura de magia y
ternura. Maier retrataba con su cámara instantes robados de las ciudades que
visitaba, así como de las gentes que vivían en ellas. Se las ingeniaba para
dignificar a cada un de las personas que aparecían en sus encuadres, ya fuesen
ricas señoras de Nueva York o
mendigos de los barrios más pobres de Chicago.
Sus imágenes ofrecen un aura de vulnerabilidad, orgullo, fragilidad y nobleza.
Lo que más sorprende de su
trabajo es que, a pesar de no contar con ningún tipo de estudios de fotografía
previos, sus imágenes están dotadas de un instinto y una sofisticación poco
comunes. Maier retrataba la euforia de la vida, reflejada en fiestas y escenas
cotidianas, pero también plasmaba las desigualdades sociales y los momentos de
conflicto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario